Semana en líneas #12

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-El que me considereís extraña es para mí gran motivo de honra -les dije-. Si tuviese algún rasgo de carácter en común con vosotras me sentaría a llorar amargos lagrimones el día entero. Sois insoportablemente insípidas: decís, pensaís y haceís exactamente lo mismo. ¿Cómo llegasteis a ser tan insustanciales?

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¿Es que lo dudas? ¿Por qué otro motivo se tomaría el trabajo de rescatarte de las situaciones más peligrosas? Y, más aún: ¿para qué dejarte cartas sin haberte conocido jamás? ¡Casi se diría que lo hace a propósito para que te enamores de él! Mi querida amiga, no tienes por qué avergonzarte de tus sentimientos. Yo te comprendo perfectamente: ¡No sabes nada de él! ¿Cómo podrías no amarlo?

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Sólo tu has logrado desplazar las horribles imágenes que me han perseguido durante tanto tiempo. Si algo llegase a pasarte, la belleza del mundo cesaría de existir para mí.

-Adrién

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Teníamos un arma, un hombre lobo, una poltergeist, una súper cargada lanzadora de hechizos, un no tan súper cargado lanzador de hechizos, y una perfectamente inútil nigromante.

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Fue un momento perfecto, uno en el que nada más importaba. Todo lo que podía sentir era a él. Todo lo que podía probar era su beso. Todo lo que oía era el golpeteo de su corazón. Todo lo que podía pensar era en él, lo mucho que quería esto, lo increíblemente afortunada que era por conseguirlo, y como de fuerte iba a aferrarme a ello.

Esto era lo que quería. Este chico. Esta vida. Esta yo. Nunca volvería a mi vieja vida, y no me importaba. Yo era feliz. Estaba a salvo.

Yo estaba justo donde quería estar.